Es una leyenda colocar en las construcciones de los barcos una moneda escondida a bordo
Una Moneda a Bordo ¿Dónde?
Colocar una moneda bajo el palo mayor de los buques en el momento
de su construcción era una costumbre muy arraigada en las antiguas
construcciones e incluso hoy todavía hay algunos constructores navales
que la mantienen, para ello la esconden entre los hierros fundidos
como forma de contribuir a una tradición tan antigua.
El origen de esta costumbre se encuentra una vez más en otra de las
supersticiones de los marineros y tiene su referencia en la mitología
griega, más concretamente en Caronte, el barquero.
A Caronte nos lo pintan como un anciano decrépito vestido con una túnica
ajada que se ocupaba de transportar las almas de los difuntos de una orilla
a otra del río Aqueronte.
Aqueronte puede traducirse como ‘río del dolor’ y debido a esto se creía que
era una bifurcación del río del inframundo Aqueronte, descrito como un pantano
insalubre dentro de un paisaje desolado, por el que en la mitología griega,
Caronte llevaba las almas de los recién fallecidos hasta el Hades. Aqueronte
era uno de los cinco ríos del Inframundo.
Se cuenta que en sus aguas todo se hundía salvo la barca de Caronte, que accedía
a pasar las almas de los difuntos a cambio del óbolo o de monedas de ceniza que
se ponían a los muertos en los ojos para pagarle la travesía.
Ello solo la hacía siempre que tuvieran el óbolo para pagar el servicio,
motivo por el que durante mucho tiempo se enterró a los muertos con una moneda
en los ojos.
La razón por la que los constructores colocaban la moneda bajo el palo mayor
era para tranquilizar a los marineros más supersticiosos en el sentido de que
sus almas no permanecerían para siempre errando por los océanos al haber
satisfecho el peaje de Caronte.
El Vasa era el orgullo de toda Suecia. Bautizado con el apellido de la dinastía
reinante, fue botado en Estocolmo el 10 de agosto de 1628 y tardó apenas unos
minutos en hundirse en su primer viaje, junto al puerto. El viento lo escoró,
el agua entró rauda por las troneras de los cañones y se fue a pique.
«Solo Dios sabe porqué», fue la conclusión de una larga investigación en la que
la culpa nunca quedo clara: si el constructor había calculado mal, si el lastre
era insuficiente, si la tripulación estaba sobria y los cañones bien amarrados…
Pero la culpa pudo ser de una moneda.
La tradición manda poner una moneda en la base del palo mayor de los buques para darles
suerte.
Cuando el Vasa fue reflotado y restaurado, antes de convertirse en la mayor atracción
turística de Escandinavia, los arqueólogos no hallaron monedas en la base de los
palos
Hoy en día, la costumbre se mantiene pero, a falta de palo, la moneda suele ponerse
bajo la estructura más alta de la nave, que suele ser la torre del radar en los
buques militares